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miércoles, 1 de abril de 2009

Comienza la gira española de AC/DC

Bueno, bueno, pues ya están aquí. La banda australiana de hard-rock, los putos amos del negocio ya han empezado su gira española. Ayer tocaron en Barcelona en el Palau Sant Jordi ante 18.000 espectadores y como suele ser habitual, no solo no defraudaron a nadie, sino que arrasaron, lo petaron y la gente se volvió totalmente loca con su show. Así se desprende de las críticas del concierto aparecidas en dos diarios tan dispares como Elpais.com o Elmundo.es y que más abajo os adjunto. El jueves estarán en el Palacio de los Deportes de Madrid y el sábado en el Bizkaia Arena de Bilbao. Regresarán nuevamente a España los días 5 (Madrid) y 7 de Junio (Barcelona). Gracias a mi buen amigo Joseba, he tenido la oportunidad de verlos este próximo sábado en Bilbao, pero como ya tengo entrada para el 5 de Junio en Madrid, me he visto obligado a declinar su amable oferta, más que nada para que no sufrieran los bolsillos más de lo debido. En cualquier caso, muchas gracias tío, y que lo pases bien (espero que me envíes una amplia reseña del concierto para publicarla aquí).

Extracto de lo publicado en Elmundo.es:

"Fue la noche de los cuernos. Cuernos manuales, con el índice y el meñique tendidos en señal de adoración profana a la Bestia de la que habla la profecía apocalíptica de San Juan, y cuernos de plástico, rojos y brillantes, en las cabezas de los fans más rendidos al rock salvaje, duro y reptiliano de AC/DC.

Reptiliano porque apela a nuestros instintos más primitivos, porque no admite evolución y porque saca al animal que llevamos dentro: eso es AC/DC, una catarsis que se demuestra con sudor, con la vena del cuello hinchada, flexionando músculo, empujando al vecino más cercano en la pista para desencadenar una marea de cuerpos contra la pasarela central, dándole movimiento a la nuca para agitar la melena, pisando el suelo, no con garbo, sino con rabia, como queriendo provocar un terremoto con la planta del pie. Y cuando se juntan 36.000 plantas –o sea, dos por persona, aproximadamente–, ocurre lo que ocurre: los cimientos del Palau Sant Jordi temblaron, vaya si temblaron.

El regreso de AC/DC a los escenarios españoles provocaba todo tipo de estados de ansiedad previos. No vinieron en su anterior gira mundial –breve y en acústico–, y eso sitúa en diciembre de 2000, en la misma ciudad y escenario, la última aparición de estos vejetes australianos con más velocidad y marcha que un tren bala. Era el tren del vídeo introductorio, con locomotora decimonónica pero movimientos de la era Matrix, con giro de 360º grados –tren saltimbanqui el de AC/DC–, con un Angus Young de dibujos echándole carbón a la caldera y un choque frontal contra la pantalla.

Era el tren que luego apareció en el escenario, entre explosiones y lenguas de humo. Era el tren de Rock’n’roll train, el comienzo de un show frenético con tres puntos fundamentales: uno, la fidelidad al estilo ‘hombre de Atapuerca’ de los hermanos Young y la voz de pito de Brian Johnson, siempre con la misma canción tocada de veinte formas distintas, todas ellas estimulantes; dos, los movimientos de pato epiléptico de Angus Young, que se recorrió el escenario de punta a punta a modo de tabla de ejercicios de gimnasia sueca, aunque en calzoncillos y con los cuatro pelos de la calva desparramados en mechones sudados desde The jack; tercera, el fervor y la electricidad en el ambiente, que no se apago ni un instante.

AC/DC mantuvieron el ritmo sin bajar pistonada, y el público se entregó a una deliciosa tortura de calor y decibelios durante las casi dos horas del concierto. Tras Rock’n’roll train, dos platos fuertes en forma de Hell ain’t a bad place to be y Back in black: riffs de acero, la boina de Johnson a punto de saltar hacia el techo a causa de la onda expansiva del sonido poderoso y un barrido de focos y neón. Los ojos dilatados como platos: AC/DC apelan a los estímulos primarios, y son más eficaces que cualquier jalea real disponible en el mercado herbolario.

Un poco más tarde llega Thunderstruck, con su introducción arpegiada, bachiana, y no se queda sin gritar ni el último expendedor de cerveza (o cuernos luminosos). Ya no era un concierto lo de AC/DC, era un aquelarre, una ceremonia pagana de adoración a un Satán de colorines a la que se entregaron las 18.000 personas del recinto. Más cuernos. Más músculo. Más sudor. Más charco de sudor bajo los pies. Más terremoto. Y así se iban sucediendo los temblores. Hells bells –aparece una campana enorme y Brian Johnson se cuelga de ella con la misma facilidad con la que la mona Chita se recorría la jungla en liana–, Shoot to thrill, You shook me all night long, T.N.T.: era como en esos combates de pressing catch en los que uno de los dos luchadores domina la pelea y, cada vez que el adversario intenta recomponer la verticalidad, le llega un zurriagazo de donde menos se lo espera y otra vez a la lona. A morder el suelo, a gatear en busca de los propios dientes.

AC/DC seguían forzando la tensión y, en vez de romper el repertorio, lo iban haciendo crecer sin prisa. Llegan los cuatro últimos ases, con un bis de por medio. Primero, Whole lotta Rosie: histeria. Acto seguido, Let there be rock: y el mismo rock de antes, cavernícola y divertidísimo, con más piedra que la catedral de Chartres, se hizo mejor. Tres: Highway to hell, o el delirio, el momento que estaba todo el mundo esperando. Cuatro, y final: For those about to rock (we salute you), entre cañonazos de placer más exultantes, más fieros, que los de Napoleón en sus campañas italianas.

Y todos a casa contentos, porque si lo que se busca es espectáculo, diversión y la distensión tras una dura jornada de trabajo, ya no hace falta sacarse una entrada para el circo para ver a un elefante sobre una pelota: nadie puede ganar a AC/DC."

Extracto de lo publicado en Elpais.com:

"No se lo pierda si es seguidor de AC/DC. Ni se le ocurra acercarse a los conciertos del grupo australiano en caso contrario, porque AC/DC son lo que son y lo son desde tiempo inmemorial. En eso siguen, y ayer, en un Palau Sant Jordi desbocado, horadado por cien mil patadas, y con sus vidrios temblorosos por el griterío reinante, una de las bandas más tarugas del planeta cosechó un éxito implacable atendiendo a su fórmula inmutable. El público catalán, famoso por su escepticismo distante, pareció un ejército de histriones con los biorritmos a tope, y entregado hasta el bramido disfrutó con esa verdad como un puño llamada AC/DC.

Sin misterios, que al fin y a la postre sólo generan equívocos y dolores de cabeza y para provocarlos ya cuentan con el berrido de Brian Johnson, que no es moco de pavo. Así que al grano: Rock and roll train y Hell ain't a bad place to be a modo de saque seguido de un corto de animación medio porno y de que en escena irrumpiese una locomotora. Entre la primera y la segunda canción "sólo" treinta y un años de distancia que no parecieron existir dada la exacta aplicación del mismo minimalismo zoquete que ha hecho de AC/DC uno de los grupos de rock duro más famosos de la historia. Nada de heavy, rock zopenco y cuadrado para solaz del personal, ladrillazos certeros de complicada simplicidad. Lo suyo desde los setenta.

Entre el estruendo del personal, las canciones fueron cayendo como pedradas sobre una plancha de metal: Back in black, Big Jack, Dirty deeds done dirt cheap, Shot down in flames, Thunderstruck y Black ice de una tacada y sin apenas respiro. El recinto sacudido por miles de brazos golpeando el aire. Recuerdo al blues trotón con The jack, que entre otras cosas sirvió para que Angus Young, 54 años cumplía ayer, se marcase un strip tease que por fortuna no llegó a mayores.

Cuando el público aún bramaba, las campanas de Hells bells dejaron a los cañones de Navarone a la altura de la trompeta de Chet Baker. Locura general en el estribillo, olor a costo en el ambiente, cervezas derramadas, manos rascando el tejano como si fuese una Gibson, cuernos rojos en la testa. Certezas. Asuntos muy machotes.

Y la misma simplicidad para la escenografía. Luces en bóveda de cañón sobre el escenario, un provocador para pasearse en los momentos precisos, muralla de amplificadores y un despliegue de luz poco imaginativo aunque suficiente para lo que se requería. Sonido correcto y volumen, claro está, nobleza obliga, ensordecedor.

Con los clásicos marcando pauta, el concierto avanzó con la sutileza de un tractor hacia el paroxismo: Shoot to thrill, You shook me all night long, Whole lotta Rosie, y de bises Highway to hell y For those about to rock. Chorreo de clásicos. Casi dos horas de rock coriáceo. Lo repetirán mañana en Madrid y el sábado en Bilbao. Las entradas ya están agotadas. Pero vuelven en verano. El público no les fallará. Ellos tampoco."

5 comentarios:

Anónimo dijo...

"Living easy, living free
Season ticket on a one-way ride
Asking nothing, leave me be
Taking everything in my stride
Don't need reason, don't need rhyme
Ain't nothing I would rather do
Going down, party time
My friends are gonna be there too

I'm on the highway to hell
Highway to Hell
I'm on the highway to hell
Highway to Hell"

!!!!!!QUE GRANDES!!!!!

Anónimo dijo...

Siento no haber entrado antes en el Blog, pero llevo una vida muy disoluta estas últimas semanas.
No quiero destriparte el concierto que verás, que ya dan suficientes noticias como para eliminar el
factor sorpresa. Sólo te puedo decir que cierto
amigo de Garrapinillos me regaló un ukelele, que
conseguimos colar en el control de seguridad, y
duró, lo que tardo Angus en empezar el punteo de
Let there be rock, no pudo haber mejor final que la desintegración contra el suelo.

Sigue duro con el blog, que cada vez te vas superando maetro. Joseba.

charlie furilo dijo...

Eh!! que alegría verte por aquí! Que crack! recordando viejos tiempos en los que destrozabas guitarras en la peña o que?(era de Abraham, creo)
Cuento los días para poder ver a los más grandes en directo. A ver si entras más a menudo, chaval. Prometo hacer un post de la final de Copa (y espero que sea comentando vuestra victoria, aunque lo veo un poquito chungo, pero 3 de las últimas copas que hemos ganado tambien fueron contra todo pronostico (Barcelona, Madrid y Celta de Victor Fernández con el Zaragoza luchando por el descenso, así que SUERTE!!!)Un abrazo, tío.

joseba dijo...

Aupa!
Pues que sepas que tendrás corresponsal en la final,me ha tocado entrada en el sorteo que hicieron entre socios. La putada es que es el miércoles 13, y el 14, 15 y 16 es el festival del
Azkena en Vitoria, así que a ver que es de mi cuerpo después de tanto trajín.
Ya he votado tu blog, cuenta con mi parcialidad amigo.

charlie furilo dijo...

Gracias, machote!
Cuento con tus crónicas, pues.
Y cuidate,que con tanto trajín vas a acabar valdao!!!!