El vaivén de los combates en el
Norte de Africa solía depender de las posibilidades del transporte de suministros que llevaban los barcos mercantes surcando las peligrosas aguas del
Mediterráneo. Las líneas británicas de suministro hacia la zona ya eran largas y peligrosas, navegando con rumbo sur por el
Atlántico y cruzando el estrecho de
Gibraltar. Pero fue la entrada de
Italia en el conflicto la que hizo la situación aún más peligrosa, porque la
Regia Marina italiana tenía una flota más potente y numerosa que la que poseía la
Royal Navy en el
Mediterráneo con base en
Alejandría (Egipto).
Superada numéricamente y en armamento, la
Flota del Mediterráneo británica a las órdenes del
Almirante Andrew Cunningham (en la foto) - junto con la
Fuerza H, con base en
Gibraltar -, tenía que proteger las vitales líneas de suministro a
África, así como apoyar a la asediada base británica de
Malta (de vital importancia, pues la pequeña isla estaba a caballo de las líneas de suministros del
Eje al
Norte de África y era la única base aérea avanzada británica en el
Mediterráneo Central). Esta guarnición, con una minúscula fuerza naval y aérea, solía hacer pagar un gran peaje a los buques mercantes del
Eje, pero se enfrentaba a un bombardeo constante y a la amenaza de invasión, convirtiéndose la pequeña isla en uno de los puntos focales del conflicto en el
Norte de Africa.
Aunque en inferioridad numérica, los británicos superaban notablemente en tecnología a sus enemigos italianos. La
Flota del Mediterráneo tenía mejor información, debido a las interceptaciones
"Ultra", el uso del radar daba a los británicos una capacidad para el combate nocturno de la que carecían los italianos y los británicos podían contar con la cobertura aérea que podían prestar los portaviones
HMS Illustrious (en la imagen superior) y
HMS Formidable. Por su parte, los italianos tenían una potente flota formada por 6 acorazados (en la foto de aquí abajo, podéis ver a dos de ellos, el
Vittorio Venetto y el
Littorio), 18 cruceros, 60 destructores y más de 100 submarinos. La mayoría eran buques modernos, muy veloces, aunque deficientemente armados, pero lo que más le perjudicaba a la
Regia Marina era su concepto de estrategia naval que se basaba en la idea de
Mussolini de que
Italia era un gran portaaviones y por tanto la flota no los necesitaba, pues la aviación basada en tierra podía cumplir el rol de asistir a la flota.
El principal problema de
Gran Bretaña al comenzar la guerra era la necesidad de poder mostrar su presencia en sus aguas territoriales, en el
Pacífico, en el
Índico, en el
Atlántico, y en el
Mediterráneo. Sin embargo, sus recursos no eran suficientes para tan enorme labor como lo demuestra el hecho que aceptara el traspaso de 50 viejos destructores americanos. Sin embargo, su experiencia naval de siglos, era más que suficiente para actuar de manera adecuada en función de los recursos que tenía, y para
Gran Bretaña, perder influencia en el
Mediterráneo hubiera tenido resultados catastróficos. Aun siendo un jefe agresivo,
Cunningham vio que estaba en inferioridad numérica para tomar la iniciativa. Por eso, en
julio de 1940, temeroso de que lo que quedaba de la flota francesa cayera en manos alemanas,
la hundió en Mers el-Kebir.
Después, en
noviembre de 1940, la flota mediterránea lanzó un audaz ataque preventivo - con el nombre clave de
Operación Judgement - sobre la principal base italiana, en
Tarento, donde se encontraban los 6 acorazados de la marina italiana. La noche del 11 al 12 de
noviembre de 1940, después de aplazar la operación dos veces, el portaaviones británico
HMS Illustrious se acercó sigilosamente a una distancia supuestamente segura de la base de la flota italiana (170 millas), para que despegara una escuadrilla de 21 aviones torpederos
Fairey Swordfish (en la fotografía sobre este párrafo).
Volando en la oscuridad de la noche, los osados pilotos de los obsoletos biplanos armados con un torpedo de unos 730 kgs, llegaron en dos oleadas: 10 aviones lanzaron bengalas o efectuaron maniobras de distracción para atraer el fuego antiaéreo, mientras los otros 11 restantes lanzaron otros tantos torpedos sobre la flota italiana anclada en
Tarento hundiendo un acorazado y causando graves daños a otros dos, así como a dos cruceros más, además de causar 60 muertos y unos 600 heridos. El ataque tomó tan de sorpresa a los italianos, que apenas pudieron derribar a 2 aviones británicos. Evidentemente la base no se hallaba adecuadamente defendida y el
"portaaviones italiano" obviamente no funcionó, pues de haber sido alertada a tiempo, la aviación italiana podría muy bien haber derribado a todos los
Swordfish.
Las pérdidas sufridas por la
Regia Marina fueron el acorazado
Conte di Cavour, que fue alcanzado por un torpedo y se hundió en aguas bajas (en la imagen inferior). Además, los acorazados
Littorio y
Caio Duilio fueron dañados seriamente, así como otros dos cruceros. El
Conte di Cavour fue rescatado y remolcado a
Trieste el 1 de
julio de 1941, pero quedó fuera de combate para el resto de la guerra. Las reparaciones se detuvieron en 1943 debido al cambio político en la guerra y fue barrenado por los propios italianos. Los alemanes lo rescataron pero finalmente fue hundido por los americanos el 15 de
febrero de 1945. De los otros dos acorazados, el potente
Littorio recibió tres torpedos y fue embarrancado en la playa para evitar su hundimiento. Debió permanecer en reparaciones durante varios meses, hasta
agosto de 1941. El
Caio Duilio recibió el impacto de un torpedo y estuvo también en reparaciones durante mucho tiempo.
La flota italiana quedó reducida a 3 acorazados en condiciones operativas,
Giulio Cesare,
Vittorio Veneto y
Andrea Doria. El éxito del
raid - en el que se inspiró el
almirante Yamamoto para planear el
ataque a Pearl Harbor - ayudó a enderezar el equilibrio de poder en el
Mediterráneo y obligó al resto de la marina italiana a desplazarse a bases más seguras y lejanas de la costa oeste de
Italia, quedando los italianos muy reacios a medirse con la
Royal Navy, que volvería golpear con dureza a la
Regia Marina el 27-28 de
marzo de 1941 en la
batalla del Cabo Matapán, en la que los italianos perdieron 5 buques (3 cruceros y 2 destructores), resultando gravemente dañado el acorazado
Vittorio Veneto, y con el coste de más de 2.300 vidas (por tan sólo 1 torpedero
Swordish, 3 muertos y 4 buques levemente dañados por el lado inglés). Tras esta segunda derrota, la flota italiana nunca más se
aventuró en aguas del
Mediterráneo Oriental, lo que supuso una importante victoria estratégica
a los aliados, que ahora podían concentrar la mayoría de sus limitados
recursos contra el
Afrika Korps.